¡Nuestra respuesta es la autodefensa organizada!
- Lêgerîn 2
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Perspectivas de las mujeres jóvenes internacionalistas

En primer lugar nosotras, la Comuna Internacionalista de Mujeres Jóvenes de Rojava, enviamos saludos a todas las mujeres jóvenes del mundo. En un sistema sexista que pretende la dominación del mundo entero, a través de la opresión y explotación de los cuerpos, culturas y valores de las mujeres, la vida de cualquier mujer joven es una resistencia en sí misma.
Escribimos estas perspectivas entrando en una nueva fase políticamente histórica. En los llamamientos recientemente publicados de Abdullah Öcalan, se dejó en claro que las mujeres y especialmente las jóvenes tienen que desempeñar un papel central en la transformación democrática de la sociedad; sacando al pueblo de esta situación de caos y violencia. En los llamamientos, especialmente los que dirigió a las mujeres el 8 de marzo, y luego nuevamente a la juventud, el Líder Apo (Öcalan) afirma una vez más que las mujeres jóvenes tienen los conocimientos, las emociones y la fuerza para desempeñar este importante papel.
Ahora nuestra pregunta es la siguiente: nosotras, como mujeres jóvenes internacionalistas, ¿hasta qué punto creemos realmente que tenemos la capacidad de desempeñar este papel? ¿Hasta qué punto nos vemos a nosotras mismas como una fuerza líder de cambio y creación? ¿Hasta qué punto reconocemos las perspectivas del Líder Apo en nuestras vidas y nuestras realidades? En una época en la que la violencia ejercida contra la humanidad por las fuerzas inmorales capitalistas e imperialistas está alcanzando su nivel más alto, sin límites, las fuerzas democráticas deben adoptar una postura firme en defensa de la libertad y los valores democráticos. Al mismo tiempo, debemos trabajar para comprender mejor las causas profundas de nuestros problemas sociales y políticos.
La guerra histórica contra la mujer joven
Para comprender correctamente el presente, hay que estudiar la historia de las mujeres. En el Neolítico, antes del sistema de civilización central, la importancia del papel de la mujer en la sociedad estaba en su apogeo. Al principio de la civilización central, se pusieron en marcha sistemas de jerarquía y dominación de clases mediante la opresión violenta de las mujeres. Este sistema demostró ser una forma eficaz de dominación y se extendió por todo el mundo. En lugar de desempeñar su papel central y natural en la organización de la sociedad, la gestión de la economía y la construcción de la vida comunitaria, las mujeres se convirtieron en propiedad de los hombres.
Podemos encontrar pruebas de este proceso en la mitología de la época, en la que a las diosas madres que habían sido representadas como figuras sagradas de la vida libre y natural, se les empezó a robar ese papel. El mito de Tiamat y Marduk simboliza la violencia de este proceso. Tiamat fue una de las diosas madre más importantes del Neolítico. Marduk, su hijo, la mató con tres flechas. Una dentro de su cabeza, para matar sus pensamientos y valores, otra dentro de su corazón, para matar su amor y su vida, y otra dentro de su útero, para matar su capacidad de crear vida. Tras este suceso, conocido como el primer femicidio de la historia de la humanidad, Marduk utilizó su cadáver para crear la tierra y el cielo. A partir de ese momento, se fue construyendo lentamente una nueva cultura: la cultura de la violación, la matanza y la esclavitud. A lo largo de la historia, la mentalidad masculina dominante continuó y se desarrolló, acabando con la capacidad de las mujeres para pensar, amar y crear vida, utilizando los cuerpos, inteligencias y emociones de las mujeres para sus propios intereses.
Durante los siglos XVI y XVII, en la colonización e invasión del capitalismo desde Inglaterra y Holanda, esta mentalidad alcanzó nuevas cotas con los ataques más violentos contra las mujeres de toda la historia de la humanidad, la caza de brujas. La caza de brujas destruyó todo un universo de creencias y prácticas que encarnaban los valores de una sociedad democrática, sana y libre, porque estos valores eran un obstáculo y una amenaza para el desarrollo de los sistemas capitalistas. Al observar este proceso, queda claro que el capitalismo se construyó sobre el sexismo. Como consecuencia de este femicidio, otras mujeres se vieron presionadas a ser obedientes y silenciosas; a someterse al trabajo duro y al abuso de los hombres para sobrevivir y ser aceptadas socialmente. Esta dinámica continúa hoy en día y se expresa de muchas maneras diferentes. Algunos ejemplos: como mujeres aprendemos a no confiar en nosotras mismas, a no creer en nuestros pensamientos y emociones, a no seguir nuestros instintos y a no hablar sin permiso. Se nos enseña que si queremos vivir una vida que sea aceptada en el sistema tenemos que moldear nuestra mentalidad y nuestra forma de ver y entender el mundo a la misma manera que lo hace el hombre. O tenemos que ser como el hombre quiere que seamos, aceptando su violencia y su opresión y normalizándolas. En este punto deberíamos preguntarnos: Cuando hablamos, cuando actuamos, cuando reímos, ¿hasta qué punto lo hacemos según el espíritu de una mujer libre? ¿Hasta qué punto nuestros pnesamientos, emociones y acciones siguen bajo la influencia de los hombres?
La opresión del sistema sexista se organiza a nivel mundial
Como mujeres jóvenes, es particulrmente responsabilidad nuestra ser conscientes de toda la estructura de violencia y cultura de la violación que el sistema ha impuesto en las sociedades de todo el mundo para hacer a la mujer más débil e incapaz de desempeñar su papel de vanguardia en la liberación de los pueblos. Como dijo el líder Apo, «mientras no se supere la cultura de la violación, la verdad de la sociedad no podrá revelarse en los campos de la filosofía, la ciencia, la estética, la ética y la religión». La construcción y difusión en los medios de comunicación de modelos hipersexualizados de feminidad ha intensificado el problema, invitando abiertamente a la agresión sexual y contribuyendo a esta cultura misógina y de la violación en la que las aspiraciones de autonomía de las mujeres son degradadas y reducidas al estatus de mera provocación sexual. Además en los campos de la música, el arte, el cine, la mujer es representada como objeto a vender, a conquistar, a utilizar. La industria del sexo, dirigida predominantemente por organizaciones criminales masculinas capaces de imponer la esclavitud en su forma más cruel, es uno de los máximos ejemplos de ello.
La brutalidad de los ataques a las mujeres es a menudo tan extrema que parece carecer de cualquier propósito utilitario. El objetivo es, de nuevo, aterrorizar y hacer que la mujer se sienta impotente. Este tipo de violencia no puede surgir simplemente al azar de la vida cotidiana de cualquier comunidad, es violencia sistémica. Está planificada, calculada y ejecutada con la máxima garantía de que no será castigada por el Estado-nación.
Estamos asistiendo a una escalada de la violencia contra las mujeres, especialmente en aquellas partes del mundo -África Subsahariana, Abya Yala, Sudeste Asiático- más ricas en recursos naturales y que ahora son objetivo de las empresas comerciales, y donde la lucha anticolonial es más fuerte. Las potencias capitalistas, a través de la Tercera Guerra Mundial, están decididas a poner el mundo patas arriba para consolidar su poder, debilitado en los años 60 y 70 por las luchas anticoloniales, feministas y contra el apartheid. Hoy se encuentra de nuevo bajo una gran amenaza gracias a los levantamientos de la juventud en todo el mundo y a la Revolución Jin Jiyan Azadi. Al igual que en las primeras etapas del capitalismo, su objetivo no puede alcanzarse sin atacar a las mujeres, responsables directas de la reproducción y la defensa de sus comunidades.
La creciente militarización de los países a través de la propaganda de la guerra y la seguridad nacional, la construcción de nuevas bases e infraestructura militar, la estricta conexión entre las universidades y las industrias bélicas, el número de hombres armados legitimados por el Estado como guardias domésticos privados, guardias de seguridad comerciales, guardias de prisiones, miembros de bandas y mafias, y soldados de ejércitos regulares o privados, desempeña un papel central en el aumento de la mentalidad del hombre dominante en la sociedad. De este modo, la violencia se hace inseparable de todos los aspectos de la vida, y también la violencia masculina individual se convierte en la respuesta a las reivindicaciones asertivas de autonomía y libertad de las mujeres. La expresión de esta mentalidad es el creciente número de mujeres asesinadas en sus casas por sus parejas, en su lugar de trabajo, en la escuela, en la calle. ¿Hasta cuándo podremos, como mujeres de todos los países, aceptar esta violencia? ¿Hasta cuándo seguiremos calladas cuando el sistema sexista nos esclaviza y destruye nuestras tierras y sociedades?
¡Suficiente! Organizamos nuestra propia autodefensa
Contra estos ataques organizados del sistema, nuestro primer paso para derrotar esta violencia es organizarnos nosotras mismas. Al hacerlo, tenemos que unirnos y autorrealizarnos nosotras mismas como mujeres jóvenes, debemos desarrollar nuestra propia voluntad y formas de protegernos de los ataques del sistema a través de la autodefensa. Nunca debemos olvidar que estamos en tiempos de guerra y como consecuencia también la resistencia debe organizarse en varios frentes, en todos los ámbitos de la vida. La decisión de las mujeres de reaccionar, romper nuestro aislamiento y unirnos a otras mujeres es crucial para el éxito de nuestros objetivos. Tal objetivo, sin embargo, no podrá ser alcanzado si nosotras, como mujeres, no adquirimos los recursos necesarios para independizarnos del sistema de los hombres, no sólo de forma física y económica, sino también en nuestros pensamientos y mentalidades, de modo que no nos veamos obligadas a aceptar condiciones de trabajo y relaciones familiares degradantes y peligrosas para asegurar nuestra supervivencia. Partiendo de este punto, juntas desarrollaremos la capacidad de encontrar soluciones y estrategias que sirvan para la construcción y la defensa de una vida en libertad y convivencia para todas las personas. Cuando nosotras, como mujeres, somos un frente unido, nos convertimos en una fuerza de creación para una nueva forma de vida, una nueva cultura basada en el principio de la Sociedad Democrática. Por cada mujer asesinada por este sistema masculino dominante, debemos organizar juntas nuestra fuerza y nuestra voluntad, debemos construir estructuras donde podamos vivir de forma comunitaria y autónoma, debemos organizar cursos de autodefensa, un sistema de educación para comprender la realidad del sistema y sus ataques contra nosotras, debemos crear una forma social que se base en el amor, el respeto y la dignidad. Debemos iniciar una ofensiva global para liberarnos y sacar al mundo del caos creado por el sistema.

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