De la depresión a la lucha colectiva: El viaje de un joven keniano
- Lêgerîn 2

- 13 ago
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El primero de abril de 2025, la Liga Socialista Revolucionaria, junto con otras organizaciones políticas, gestionaron un evento en Kenia titulado “Exponiendo las drogas y el alcohol como arma del Estado contra activistas.” El objetivo era “discutir el uso sistemático de drogas y alcohol como herramienta para desestabilizar movimientos liderados por juventud y caracterizar protestas erróneamente como dirigidas por individuos intoxicados en lugar de comunidades organizadas y políticamente conscientes.” Queríamos compartir con ustedes un testimonio a resultado de este evento. Fue escrito por Wachira Nyaga, un dedicado organizador comunitario con el Centro de Justicia de la Comunidad Embu e integrante del partido de la Liga Socialiusta Revolucionaria.
Wachira Nyaga

Luego de terminar la escuela en 2012, me encontré luchando por sobrevivir en una economía diseñada para mantener a los pobres encadenados. Como muchos jóvenes, tuve la esperanza de levantar a mi familia del sufrimiento impuesto por el sistema neoliberal. En 2015, comencé a trabajar como captador en la caótica y explotadora Industria Matatu, navegando la ruta Githurai 45 desde el suburbio creciente de Ruiru hacia el Distrito Comercial Central de Nairobi.
Después de tres años en la industria, me di cuenta que mis complicaciones económicas no iban a ser solventadas trabajando como captador. Los desafíos eran grotescos. Estaba siendo constantemente acosado y arrestado por policías y askaris del condado. El negocio Matatu es una de las industrias más corruptas de Kenia, con oficiales del Estado abiertamente aceptando sobornos de la madrugada en rotondas y calles cerradas, nunca preocupándose si los trabajadores casuales que ellos extorsionan han tenido ganancias o desayunado. O pagas o sufres las consecuencias. La subida de arrestos arbitrarios y el caso omiso a la ley por todos los integrantes de la industria pone a los trabajadores jóvenes en la situación de pasar gran parte de su juventud en prisión, alimentando mi comprensión que la policía y el sistema judicial existe para proteger a los ricos y oprimir a los pobres.
Fue mediante esta experiencia que desarrollé un anhelo por la lucha por el cambio. Las mismas juventudes con las que trabajé eran padres, hermanos y amigas que continúan sufriendo de la pobreza sistemática. A medida que buscaba un trabajo alternativo, me encontré en un mundo inestable, de trabajos de corto plazo, vendiendo lo que sea para sobrevivir. No obstante, en 2018 todo cambió.
Mi Viaje Organizando Comunidad
Conocí a Edgar, famosamente conocido como Liberador, que me introdujo a la organización comunitaria bajo la bandera de la Red de Derechos Humanos Githurai. Comencé a trabajar con grupos comunitarios para levantar consciencia sobre los derechos humanos, responsabilidad y la Constitución. A través de Liberador, luego conocía a Garang Mzalendo, donde ambos eran presentadores de la Radio Ghetto, presentando el Show Changamaka, que combinaba la Justicia Social con música reggae. Su trabajo me inspiró y mi foco se agudizó, culminando en la formación del Centro de Justicia Social Githurai (GSJC, por sus siglas en inglés), que se volvió parte del Grupo de Trabajo por el Movimiento de Justicia Social. A medida que la GSJC creció, me involucré profundamente en la organización de asentamientos informales a lo largo de Nairobi. Mi misión revolucionaria se esclareció, tenía el deber de luchar por justicia y libertad para el pueblo. Pero la organización comunitaria no viene sin sus desafíos. El trabajo no es remunerado, pero los defensores de los derechos humanos soportan la inmensa carga de documentar las injusticias, desde las ejecuciones extrajudiciales hasta la violencia de género. La carga emocional y psicológica es muy pesada. La falta de apoyo psicosocial para los organizadores significaba que yo estaba absorbiendo todo el trauma sin salida.
Efectos y Superando el Abuso de Sustancias y la Salud Mental
A medida que se intensificó el trabajo de defensa de mi comunidad, sacrifiqué mi bienestar sin saberlo. Empecé a consumir drogas, khat (Miraa) y alcohol (Chang’aa), para seguir el ritmo de las exigencias de la organización. La situación empeoró cuando demolieron mi casa y me desalojaron a la fuerza dejándome sin hogar. Sin el apoyo de la comunidad y con un creciente sentimiento de desesperación, me vi atrapado en el abuso del alcohol. Lo que empezó como una forma de escapar de mis luchas, pronto consumió mi vida.
Me pasaba el día bebiendo en los antros locales de chang’aa, saltándome a menudo las comidas y perdiendo el contacto con mis responsabilidades. Mi joven familia sufría, mi mujer y mi hijo se avergonzaban de mí, mientras que la comunidad me consideraba una causa perdida. Los defensores de los derechos humanos suelen ser vilipendiados, percibidos como una molestia más que como protectores del pueblo. Mis luchas reforzaron esa percepción, aislándome aún más.
Una cosa en la que siempre había creído era que el cambio empieza por mí.
Había perdido años ahogándome en el alcohol y sabía que si seguía en el mismo ambiente tóxico, nada cambiaría. Tenía que tomar una decisión: seguir en mi camino autodestructivo o recuperar mi vida. Decidí abandonar Githurai y regresar a mi hogar rural en Embu.
Pasando Página a Través de la Cocina Comunitaria y Organizando el Centro de Justicia de la Comunidad Embu.
Salir de Nairobi no era sólo escapar del abuso de sustancias; era crear un nuevo entorno en el que pudiera reconstruirme. Una cosa que estaba clara es que, como revolucionarios, es nuestro deber organizarnos en todos los lugares donde el capitalismo está arraigado, y en Embu no era diferente. La opresión estaba en todas partes, desde el desempleo de los jóvenes, la supresión de las mujeres y las malas condiciones de los campesinos. Históricamente, a pesar de ser el centro de resistencia de Mau Mau, Embu ha permanecido marginada y subdesarrollada. Esta es la realidad de muchas ciudades de Kenia que tienen economías ferroviarias, heredadas del colonialismo. Cuando el gobierno neocolonial de Jomo Kenyatta tomó el poder, Embu fue una de las muchas zonas que siguieron siendo explotadas y sometidas a injusticias históricas por los dirigentes neocoloniales.
Como cuadro del Movimiento por la Justicia Social y adherente disciplinado de la Liga Socialista Revolucionaria, sabía que sólo la disciplina militante me devolvería al buen camino empleando la educación política a través de la organización comunitaria. Me guié por las sabias palabras de Maya Angelou: “Nadie es libre hasta que todo el mundo es libre”.
En Embu, busqué nuevas formas de mantenerme sin dejar de comprometerme con la lucha. Puse en marcha una cocina comunitaria, que se convirtió en un medio de supervivencia y en un nuevo espacio para la organización. La cocina me proporcionó una plataforma para hablar con los agricultores y los trabajadores rurales sobre sus luchas, y me ayudó a subrayar que las mismas estructuras opresivas de los asentamientos informales urbanos existían en las zonas rurales. Los agricultores eran explotados, el gobierno les fallaba y sus luchas no eran diferentes de las de los pobres de las ciudades.
“Un soldado sin ideología política es un criminal en potencia” -Thomas Sankara
A través de estas conversaciones, vi la necesidad de organizarme. El Centro de Justicia de la Comunidad Embu nació de esta concientización, proveyendo a agricultores y trabajadores una plataforma para luchar colectivamente por sus derechos. Al defender las cooperativas, sindicatos y la consciencia revolucionaria, comenzamos a sentar las bases para un sistema alternativo que priorice al pueblo por sobre las ganancias.
Conclusiones
Mi viaje desde el abuso de sustancias hasta la organización de un nuevo centro de justicia no fue fácil, pero era necesario. El sistema capitalista está diseñado para quebrarnos, para empujarnos a la desesperación y a la autodestrucción. Pero la lucha por la justicia no consiste sólo en enfrentarse al Estado, sino también a las condiciones que debilitan a nuestra gente, como los problemas de salud mental y el abuso de sustancias.
La organización comunitaria no es sólo política; es profundamente personal. Al reconstruirme a mí mismo, pude reconstruir mi compromiso con la lucha. Mi experiencia me ha demostrado que la disciplina revolucionaria, el cuidado colectivo y la conciencia política son esenciales para sostener tanto a los individuos como a los movimientos. La lucha continúa, no sólo en Nairobi, sino en todos los rincones del país donde la gente se niega a aceptar la opresión como su destino. Por una sociedad libre, justa y organizada, comunidad por comunidad.






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