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Navegando por la senda de la solidaridad mundial - Reflexiones sobre la Conferencia Mundial de la Juventud celebrada en París


Por Lewis Maghanga, Revolutionary Socialist League.


En el corazón de París, una ciudad cargada de historia y cultura, se desarrolló la Conferencia Mundial de la Juventud como un faro de esperanza y una plataforma para el cambio. Cuando me adentré en el vibrante ambiente de la conferencia, enseguida me sorprendieron la diversidad de voces y perspectivas que se habían reunido para abordar los acuciantes problemas de la opresión, la explotación, el patriarcado, el imperialismo y el militarismo causados por el capitalismo global.


La Conferencia Mundial de la Juventud, organizada por una red internacional de organizaciones bajo el lema "Juventud escribiendo Historia", reunió a representantes de diversas organizaciones juveniles de todo el mundo, unidas por el objetivo común de lograr la liberación de todos los pueblos del mundo.


Asistí a la conferencia como representante de la Liga Socialista Revolucionaria, una organización juvenil revolucionaria con sede en Kenia comprometida con la consecución de la revisión completa del actual sistema capitalista explotador y su sustitución por el socialismo.


La Liga Socialista Revolucionaria (RSL) lucha por la liberación total del pueblo keniano en particular y del pueblo africano en general, así como de todos los pueblos oprimidos y reprimidos del mundo que luchan por aplastar la explotación en todas sus formas. La RSL se orienta hacia la realización final de las aspiraciones del pueblo de Kenia, de África y del mundo en general. La RSL reconoce la necesidad de unirse urgentemente, en aras del éxito del Movimiento Proletario Internacional, con otras organizaciones obreras y revolucionarias de todo el mundo, para forjar una alianza revolucionaria global. Por ello, ¡fue un placer para nosotros participar en la Conferencia Mundial de la Juventud!


En Kenia, la RSL se organiza en medio de un feroz ataque neoliberal. Cada vez más kenianos, especialmente la juventud, encuentran cada vez más difícil acceder a los alimentos, la necesidad humana más básica, como resultado de los precios cada vez más elevados de bienes básicos. El gobierno de Kenia, en total desprecio por la situación del pueblo, ha seguido subiendo los impuestos a los alimentos, combustible y otros bienes básicos. Esto es un intento de cumplir con las directivas del FMI y otras instituciones financieras globales. El resultado, que no es sorprendente, es que la abrumadora mayoría de la población se encuentra en un estado grave de desnutrición, deteriorando una situación ya deplorable: Kenia ocupa el puesto 86 de 117 países en el Índice Global del Hambre de 2019. Además, más de 3,3 millones de kenianos no pueden obtener suficiente agua potable.


Dentro de nuestros asentamientos informales y viviendas urbanas, siguen haciéndose sentir los efectos adversos de la desigualdad. Según un estudio del Centro Africano de Investigación sobre Población y Salud, el 80% de los residentes en los barrios marginales de Kenia sufren inseguridad alimentaria, lo que explica en parte las elevadas tasas de desnutrición, cercanas al 50% entre las niñas. Más del 60% de la población de Nairobi, la capital de Kenia, vive en chabolas. Además, más de 13 millones de kenianos sufren inseguridad alimentaria y nutricional crónica, según SOFI, una publicación de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Una cuarta parte de las niñas de Kenia tienen retraso en el crecimiento.


La brecha entre las más ricas y las más pobres ha alcanzado niveles extremos en Kenia. Según Oxfam Internacional menos del 0,1% de la población (8.300 personas) posee más riqueza que el 99,9% más pobre (más de 50 millones de personas). El 10% más rica de Kenia gana de media 23 veces más que el 10% más pobre.


Ante esta crisis en Kenia, la RSL y yo vimos mi participación en la Conferencia Mundial de la Juventud como una oportunidad no sólo de debatir estas cuestiones y otras más en nuestro análisis de la situación mundial, sino también de unirnos a otras organizaciones afines para forjar un frente unificado contra el capitalismo internacional. Además, vimos la convocatoria de la Conferencia Mundial de la Juventud inaugural como el comienzo de un paso valiente por parte de los jóvenes de todo el mundo para asumir la enorme responsabilidad de estar en primera línea contra el imperialismo, el fascismo, el militarismo y la opresión en todas sus formas.


Celebrada en el corazón de París, la conferencia pretendía diseccionar y afrontar los polifacéticos retos que plantea el estado actual del mundo. Su misión principal era allanar el camino hacia un futuro global más equitativo, justo y sostenible. Celebraron diversos talleres temáticos que profundizaron en el modo de vida liberal, la liberación de la mujer, la ecología, el fascismo y el militarismo, el desempleo y la desigualdad, los derechos de los pueblos indígenas y la esencia del internacionalismo.


Uno de los debates fundamentales giró en torno al modo de vida liberal. Las delegadas entablaron diálogos esclarecedores donde cuestionaron las normas y los valores sociales predominantes vinculados al liberalismo y analizaron su impacto en la juventud. Los talleres incitaron a las asistentes a examinar críticamente el impacto de las ideologías occidentalocéntricas en el escenario mundial, desafiándonos a reimaginar un enfoque más inclusivo y culturalmente sensible de las estructuras sociales.


La cuestión de la liberación de la mujer surgió como un tema poderoso y contundente. Las asistentes se toparon con la dura realidad de la opresión, la explotación y la violencia de género que impera en todo el mundo. Los talleres sirvieron de catalizador para apasionadas conversaciones sobre el desmantelamiento de los sistemas patriarcales y el fomento de entornos en los que las mujeres puedan prosperar en todas las esferas de la vida. Las participantes analizaron el papel del patriarcado en el sostenimiento del capitalismo y la propagación de la explotación del trabajo, siendo las mujeres doblemente explotadas. La capacitación y la solidaridad surgieron como principios clave en la búsqueda de la verdadera igualdad de género y la liberación de la mujer.


La ecología ocupó un lugar central en el debate sobre la urgente necesidad de abordar la degradación del medio ambiente y el cambio climático. Desde discusiones sobre prácticas sostenibles hasta debates sobre las responsabilidades de las naciones industrializadas, los talleres despertaron la determinación colectiva de salvaguardar el planeta para las generaciones venideras. La conferencia se convirtió en un crisol de ideas innovadoras y de acciones concretas para paliar la crisis ecológica. Y lo que es más importante, las camaradas identificaron la causa fundamental de la actual crisis climática y ecológica: el capitalismo y su creciente afán de lucro, con total desprecio por las consecuencias.


Enfrentadas a los espectros del fascismo y el militarismo y a su devastador impacto en las comunidades de todo el mundo, las asistentes mantuvieron conversaciones que incitaban a la reflexión sobre la importancia de desarticular los regímenes autoritarios y promover la paz.

Identificaron el fascismo y el ascenso de la extrema derecha como una amenaza cada vez mayor dentro de nuestros respectivos Estados-Nación. Las camaradas reconocieron acertadamente la necesidad de unirse rápidamente, por el bien de todos los oprimidos del mundo, y de establecer un frente internacional para combatir el fascismo y el auge de la extrema derecha.


Se analizaron el desempleo y la desigualdad con la mirada puesta en el desmantelamiento de las barreras sistémicas que perpetúan la pobreza y las desigualdades sociales. Los participantes se enfrentaron a las implicaciones de un sistema económico mundial que a menudo beneficia a unas pocas a expensas de la mayoría. También reconocieron que el sistema económico actual no está roto; de hecho, funciona como debería y que la marcada desigualdad que se observa en todo el mundo no es más que una característica del capitalismo como modo de producción. En los talleres reconocieron la necesidad de un sistema alternativo que dé prioridad al crecimiento económico integrador y aborde las causas profundas del desempleo y de la desigualdad.


El tema de los derechos de los pueblos indígenas surgió como un tema de gran importancia donde las participantes analizaron los efectos destructivos de la actual hegemonía económica y sociocultural del imperialismo sobre los pueblos indígenas de todo el mundo. Los representantes de diversas comunidades y culturas indígenas compartieron sus experiencias, arrojando luz sobre los retos a los que se enfrentan sus comunidades. La conferencia sirvió de plataforma para amplificar sus voces y reforzar la solidaridad de todas las organizaciones revolucionarias en la lucha por la protección de los derechos, las culturas y las tierras indígenas.


El espíritu de internacionalismo impregnó todas las fases de la conferencia, fomentando las conexiones entre organizaciones revolucionarias de distintos lugares del planeta. Las delegadas analizaron la importancia de la colaboración para abordar los desafíos mundiales combinando nuestras campañas y luchas, y fomentando un sentido de responsabilidad compartida por el bienestar de la humanidad.


Al reflexionar sobre mis experiencias en la Conferencia Mundial de la Juventud de París, el sentimiento predominante es de optimismo y determinación. La conferencia no sólo reveló la intrincada red de retos a los que nos enfrentamos, sino que también generó un sentimiento de propósito colectivo y la convicción de que el cambio no sólo es posible, sino imprescindible.


París, con su rica historia de revoluciones y movimientos sociales, sirvió de telón de fondo a esta reunión de mentes jóvenes decididas a construir un futuro mejor. Los talleres, debates e interacciones de la conferencia pusieron de relieve el poder de la unidad para hacer frente a los desafíos de nuestro tiempo.


El intercambio de ideas y la creación de vínculos sentaron las bases de un movimiento mundial comprometido con el desmantelamiento de la opresión, la explotación, el patriarcado, el imperialismo y el militarismo. Al trasladar las lecciones y la inspiración de la Conferencia Mundial de la Juventud a mi organización y a mi comunidad en Kenia, recordé que la búsqueda de un mundo justo, libre y equitativo es un viaje constante. La conferencia no fue un mero acontecimiento temporal, sino el catalizador de un movimiento constante hacia la solidaridad mundial. Las experiencias de París han dejado una huella indeleble en mi forma de entender el mundo y mi papel en la configuración de su futuro. El camino a seguir puede ser difícil, pero con el espíritu colectivo que se creó durante la conferencia, el viaje hacia un mundo más justo y compasivo, libre de explotación y opresión, es posible e imprescindible.


Realmente, el capitalismo no es inevitable; ¡otro mundo es posible!




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