Perspectiva de la mujer joven internacionalista
La última perspectiva internacionalista de las mujeres jóvenes, finalizó diciendo que se acerca el verano y que nos esperan pasos históricos en la lucha por la libertad. Han pasado tres meses desde que escribimos está última perspectiva. Tres meses de verano, de calor, de lucha, que han traído cambios que debemos evaluar desde el punto de vista de las mujeres jóvenes para mirar a los próximos meses con una perspectiva clara.
La importancia de la cultura de la diosa madre
La época en que vivimos se caracteriza por la guerra y la violencia. La llamamos la tercera guerra mundial o la guerra de la modernidad capitalista contra la modernidad democrática. Las fuerzas capitalistas se encuentran en un estado de agitación y de reconstrucción. Se reorganizan mes a mes, día a día, para asegurar su poder y ocultar el colapso del sistema. Es más evidente que nunca que el sistema está lleno de agujeros y continúa desmoronándose. Las mujeres son la primera colonia en esta guerra, fueron las primeras en ser atacadas. Con la aparición del patriarcado y el primer ataque de las fuerzas organizadas contra la cultura de la diosa madre, hace miles de años, comenzó una guerra contra la sociedad. Más de 5.000 años después, Abdullah Öcalan habla de la importancia de la resistencia para los procesos revolucionarios y de la venganza que las mujeres deben tomar contra el patriarcado. Afirma que las mujeres jóvenes tomarán la iniciativa en la revolución cultural, dirigirán la canción y marcarán la melodía y el ritmo.
El ataque contra la cultura de la diosa madre era un ataque contra la mujer que, como autoridad natural en el centro de la sociedad, protegía los valores de la sociedad y los transmitía a la siguiente generación. ¿Cuáles eran esos valores? Eran los valores que conforman una sociedad: una vida comunitaria libre, la lucha contra las tendencias individualistas y violentas, así como la inteligencia emocional y la conexión con la tierra y la naturaleza. En la época en que las mujeres eran reconocidas como pioneras por la sociedad, la comunidad era el valor que garantizaba la supervivencia de la sociedad. El bien común se anteponía al bien individualista y, al mismo tiempo, el problema de un individuo se consideraba social y se trataba como tal.
Debido a su estrecha conexión con la vida, con la siguiente generación y con la creación de algo nuevo, las mujeres establecieron estos valores sociales. La mujer era la que creaba los valores, establecía las normas y al transmitirlas las protegía.
En este orden, para hacer valer los intereses individuales de unos pocos frente a esta comunidad, estaba claro que había que derrocar a la mujer y apartarla de su papel. Así como la sociedad fue oprimida, esclavizada y explotada a través de la figura de la mujer en aquel entonces, esta opresión continúa en el sistema capitalista: La cultura (o mejor dicho: la falta de cultura) de la masculinidad dominante sigue en guerra con los valores de la cultura de la diosa madre y, especialmente en los últimos meses, se encuentra en una crisis cada vez mayor, tanto material como inmaterial.
La base del sistema incluye la acumulación de productos y riqueza, especialmente en los países occidentales, que no se limita a lo material, sino que incluye también el conocimiento, un cierto nivel de vida y el poder. Esta riqueza se basa en la explotación de grandes partes del mundo, de sus recursos y de la naturaleza, por lo que el sistema debe extenderse físicamente en todas las direcciones. Si esto no funciona por medios como la asimilación, las ofertas o los tratados, se desatan las guerras. En Oriente Medio en particular, el sistema está llegando actualmente a sus límites, desencadenando una crisis tras otra, y las zonas de guerra se expanden por todo el mundo.
Al mismo tiempo, el sistema capitalista se apoya en una segunda base, la base inmaterial o su ideología. Abdullah Öcalan -Rêber APO- define la ideología como una visión del mundo, una forma de pensar que explica el mundo y, por tanto, influye en la forma de pensar, sentir y actuar de las personas. Porque la forma en que nos explicamos el mundo, la forma en que vemos el sentido de la vida, es la forma en que nos comportaremos. La ideología del capitalismo es el liberalismo, una visión del mundo que sirve completamente al capitalismo y que pretende que las personas sirvan al sistema con todos sus pensamientos, sentimientos y acciones. Es una ideología que se centra sobre todo en proteger el sistema y silenciar cualquier forma de resistencia. El liberalismo como ideología se extiende por todo el mundo y lleva así al capitalismo a lugares donde aún no ha podido consolidarse materialmente. Se extiende principalmente erradicando toda diversidad y cultura. Una de sus tácticas de guerra es la estandarización del modo de vida de la gente. Crea una superficialidad en el pensar, sentir y actuar y se dirige sobre todo contra los valores y la cultura de la resistencia de las mujeres.
La superficialidad que el sistema crea en la vida de las mujeres jóvenes es tanto material como inmaterial. A las mujeres jóvenes se les enseña que el consumo y las posesiones son lo más importante en la vida. Y cuando la búsqueda de las mujeres jóvenes va más allá de lo material, el liberalismo crea una imagen de libertad en la que ser libre significa poder hacer cualquier cosa, en cualquier lugar, en cualquier momento y ser cualquier cosa. Especialmente en Europa, se crea la imagen para las mujeres jóvenes de que pueden desvincularse de todo, de su casa, de su familia, de su historia e identidad y reinventarse por completo.
La desintegración de un sistema sin raíces
Las identidades que se crean y la vida que se propaga, carecen de fundamento, de raíces profundas y, por lo tanto, actualmente se están desmoronando. El patriarcado se basa en los intereses de unos pocos -los intereses de los hombres dominantes que se han distanciado de la sociedad- y, por lo tanto, no puede ofrecer una solución a los problemas de la sociedad. Del mismo modo, el capitalismo, que se basa en una ideología alejada de la vida -el liberalismo-, tampoco aportará soluciones.
El liberalismo, con su superficialidad, es como un árbol hueco que ha crecido sin raíces y que sabe presentarse bellamente pero no hace justicia a la profundidad de la vida.
En los últimos meses, la lucha del sistema por sobrevivir se ha intensificado y ha recurrido a nuevos medios para preservarse material e inmaterialmente. El sistema está llegando a sus límites físicos y, por ello, recurre cada vez más a la violencia física y a las guerras. La militarización se traslada a la sociedad y se recluta, en ella, especialmente a las mujeres. Para reclutar a mujeres jóvenes a las filas del ejército estatal, el sistema utiliza el apego y la lealtad de las mujeres jóvenes a su propia sociedad y patria, a sus valores y al país, abusando de las mujeres jóvenes en beneficio de sus propios intereses. Al sistema ya no le basta con distraer a las mujeres y a los y las jóvenes de la situación del mundo; debe implicarlas activamente y para ello utiliza todos los medios a su alcance de una manera cada vez más brutal.
La mujer joven es atrapada mentalmente en un mundo de realidad virtual y físicamente en un uniforme militar. Se le dice que traslade sus sueños de un mundo mejor al mundo virtual, que olvide su deseo de paz y obedezca a los comandantes del sistema.
Pero al obedecer siente que se contradice porque ella cree en derrocar el sistema, que es lo que demuestran las mujeres jóvenes de todo el mundo.
Tanto las respuestas del consumismo como las del liberalismo a las preguntas sobre el sentido de la vida ya no son suficientes para las y los jóvenes y las mujeres. Buscan fe, esperanza y sentido, sentimientos más profundos. Incluso en Europa, bastión del capitalismo, crece la búsqueda de libertad más allá de lo material y el liberalismo ya no puede ser la respuesta. Esto es una señal de que el árbol hueco se derrumba y la fachada se desmorona. Y este es el momento en que hay que crear y dar vida a algo nuevo. A la mujer joven le corresponde crear una nueva forma de vida. Esto significa plantear exigencias a la vida, llevar el estandarte de la libertad a cada momento y provocar levantamientos.
Los levantamientos de la colonia más antigua
Los levantamientos mundiales de los últimos meses están dirigidos contra las fuerzas colonialistas y patriarcales que se están reorganizando y tomando acciones contra las mujeres, en una intensificación de la violencia, los feminicidios y las violaciones grupales planificadas. Son levantamientos de la colonia más antigua, la mujer, contra sus colonizadores, contra sus violadores, contra el sistema de violencia y opresión. En 2022, en respuesta al asesinato de una mujer joven -Jina Amini- mujeres y hombres de Irán, y luego de todo el mundo salieron a las calles con el lema “Jin Jîyan Azadî”. Casi dos años después, en el aniversario de las revueltas, puede que el fuerte clamor en Irán se haya aquietado un poco, pues el régimen se ha expresado en acusaciones con penas de ejecución. Pero así es exactamente como vemos que la cultura de esa misma revolución continúa adelante, no se ha silenciado, sino que, por el contrario, ha extendido sus semillas por todo el mundo.
Una de estas semillas voló a la India, se asentó allí y floreció en agosto. Echó raíces en la tierra y estalló fuera del suelo, del asfalto, en el momento en que otra semilla era asfixiada, cuando se arrebataba la vida a otra mujer. Tras la violación en grupo y asesinato de una doctora, mujeres y hombres de todo el país se echaron a la calle para protestar contra la violencia sistemática contra las mujeres.
Y se manifiestan siguiendo la tradición de los levantamientos en Irán, abriendo un cartel con la inscripción “Jin Jîyan Azadî” y llevando adelante la revolución. Protestan siguiendo la tradición de la cultura de la diosa madre, que se basaba en la conexión entre la mujer y la vida. Protestan siguiendo la tradición de las tres palabras: mujer, vida y libertad, que Abdullah Öcalan convirtió en la base de la ideología de la liberación de la mujer.
Si entendemos la revolución Jin Jiyan Azadî como muchas semillas esparcidas por todo el mundo, que están a punto de echar raíces en cada mujer joven, ahora hay que hacerlas crecer y brotar.
Cada una de estas semillas tiene el potencial de despertar una personalidad militante. Pero para que esto ocurra, cada mujer joven debe lanzar una ofensiva dentro de sí misma, iniciar cambios en su interior y convertirse así en pionera para los demás. La situación actual requiere personalidades socialistas con un enfoque cultural de la sociedad. Esto significa desarrollar un profundo amor por la propia identidad y esforzarse por cambiar la sociedad. Liberarse del pensamiento individualista y pensar y actuar para todas las demás mujeres.
Cultura revolucionaria
No basta con esperar a que una nueva semilla sea reprimida y surjan grandes levantamientos. Más bien, la mujer joven debe aglutinar los levantamientos que ya se están produciendo, ya sean luchas callejeras, resistencia en casa o manifestaciones contra los feminicidios, y conectarlos a través de una cultura común.
En una época de protestas y levantamientos, para vengar el primer golpe contra la cultura de la diosa madre, hay que transformar los valores de la sociedad comunal en resistencia organizada y cultura revolucionaria.
Porque, ¿cuándo un clamor temporal se convierte en una revolución duradera que cambia la sociedad? Cuando surge de ella una cultura, una cultura revolucionaria con valores vividos. Sólo cuando una nueva forma de vida se refleje en una cultura revolucionaria y haya pioneros que la lleven a su propia vida y, más allá, a la sociedad, se producirá un cambio real.
Cuando el espíritu revolucionario no sólo se extienda a las calles, sino que desde allí llegue a los hogares, las universidades, las escuelas y las relaciones de pareja. Para lograrlo, las mujeres jóvenes deben cambiar su comportamiento, desarrollar la confianza entre ellas y desafiarse mutuamente. Reforzar su conexión con la sociedad y, al mismo tiempo, criticarla de forma ejemplar.
Cuando cambian los valores según los cuales las mujeres jóvenes viven, se organizan y dan sentido a la vida, podemos hablar de revolución cultural. Las jóvenes deben separarse del liberalismo y llenar su identidad con lo que las define: la conexión con la sociedad, con la naturaleza, entre ellas.
Como mujeres jóvenes de este mundo, nuestro hogar es la revolución que llevamos a todas partes. Son la cultura revolucionaria y sus valores los que nos unen más allá de fronteras y continentes.
Las mujeres jóvenes deben insistir en valores socialistas como vivir en comunidad y difundirlos por todas partes. La construcción de la revolución no tiene fronteras, puede tener lugar en cualquier lugar y en cualquier momento. Vivir en comunidad significa hacer florecer la cultura revolucionaria siempre y en todas partes. Sentir una conexión con cada mujer joven que conozcas, entablar una conversación, iniciar discusiones y construir relaciones.
Y reunir estas redes en un marco organizado, desarrollar tradiciones compartidas, celebrar días importantes y conmemorar a las mujeres revolucionarias. La cultura florece en tradiciones y símbolos de unión en los que toda mujer joven puede reconocerse a si misma.
Esta cultura no distinguirá entre sentimiento, pensamiento, palabra y acción. Cada contradicción debe ser expresada y superada, cada sentimiento organizado. La revolución debe comenzar aquí y ahora en nosotras, en cada mujer joven. La mujer joven debe ser honesta consigo misma y con sus camaradas y desarrollar así un radicalismo imparable. Un radicalismo que comprometa a cada mujer joven en la revolución y la convenza de su cultura.
La base de esta cultura revolucionaria es Hevaltî, la camaradería. Es una nueva forma de vida, que ya está siendo realizada por las mujeres jóvenes en su papel pionero. Hevaltî significa la combinación del amor a las camaradas y la lucha con ellas, que se lleva a cabo con métodos como la crítica y la autocrítica. Las mujeres jóvenes ejemplificarán una nueva forma de relacionarse que se expresa en cada contacto a través de la franqueza y la honestidad. Las mujeres jóvenes se caracterizan en la revolución femenina por su forma de reír, hablar, entablar amistades y cambiar la sociedad a través de sus ideas.
La línea de acción de la mujer joven
En julio, la cultura encontró en Estrasburgo la expresión de su síntesis de sentimiento, pensamiento y acción. En las jornadas de acción del movimiento kurdo e internacionalista de mujeres jóvenes, éstas demostraron que es el pensamiento de Rêber APO lo que las une, lo que les hace comprender su propia identidad y traducirla en acción cultural. Estrasburgo ha demostrado que cuando las jóvenes se unen, entrelazan sus raíces y se hacen una con la ideología de Rêber APO, pueden atraer la atención del mundo entero. En los cuatro días de acción repletos de danza, música y teatro, la identidad de las jóvenes se ha llenado de valores. Es su identidad la que une la militancia, la convicción y el espíritu de lucha con la ética, la estética y la cultura.
Y la acción de Estrasburgo fue sólo el principio, fue un llamamiento de las mujeres jóvenes a todas las demás mujeres jóvenes para salir de la inmovilidad y pasar a la acción, al movimiento.
Las mujeres jóvenes de todo el mundo buscan actualmente una visión del mundo cercana a la vida y una identidad que la exprese. Esta búsqueda sólo puede dar frutos a través de la acción y el movimiento. Y, por supuesto, no basta con tomar acción una vez: cada mujer joven debe pasar a la acción cada día, cambiar algo cada día y convencer al menos a otra mujer joven de la revolución cada día. Depende de la mujer joven hacer que el anhelo de liberación que ve en sí misma, en su colega, hermana o compañera de clase, forme parte de la revolución de la mujer y reviva los valores comunitarios.
Los meses de otoño que tenemos por delante son los últimos antes de que entremos en un nuevo cuarto del siglo XXI, el siglo de la revolución de las mujeres. Son los últimos meses antes de una nueva fase que Rêber APO inició y previó hace más de 25 años. Estos 25 años apenas han sido el compás de la canción de la revolución, pero aún queda por tocar la melodía, tocar los instrumentos y cantar los versos.
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