Perspectiva de la juventud internacionalista
A medida que pasan los meses, se profundizan más y más los conflictos en todo el mundo. Sería imposible analizar la situación político-militar global en unas pocas páginas. En términos generales podemos decir que la crisis política que viven los EEUU se refleja claramente en los candidatos a las próximas elecciones. Trump parte como favorito y el Partido Democrático se encontraba en una situación de caos generada por la resistencia de Biden a dejar su cargo. Una vez Biden se ha decidido, Kamala Harris se ha alzado como la nueva líder del progresismo mundial. En esta situación vemos muy claramente la representación de dos líneas políticas que tienen una gran influencia en el mundo y, sobretodo, un plan común. El plan es el mantenimiento del imperialismo de los EEUU en un mundo cada vez más particionado, en un mundo que ha escapado al control de los EEUU por su incapacidad de adaptarse y ser flexible. En este contexto fuerzas como la Federación Rusa y la República Popular China han encontrado el vacío esperado para desarrollar sus propias políticas imperialistas. Las fuerzas globalistas en el contexto actual de Tercera Guerra Mundial serían aquellas fuerzas que siguen bajo influencia de los EEUU, la OTAN y otros organismos sobra-estatales. Defienden un Estado-Nación que sirva y se someta a los intereses de los EEUU. Las fuerzas estatistas serían aquellas que defienden el Estado-Nación en su forma clásica, y por tanto en esta fase histórica apuestan por el “mundo multipolar”, que sería un orden mundial en el cual en cada región habría, al menos, un Estado-Nación o varios aliados que confrontarían el imperialismo de los EEUU. Pero esta visión, teniendo en cuenta la esencia monopolista e imperialista del Estado-Nación, llevaría a estas potencias regionales a servir a una fuerza global. La relación que se daría podría ser como la relación Líbano-Irán. Irán nunca ha ocupado el Líbano pero de facto es un estado que no tiene una soberanía propia. Como lo es la relación de los países del área de influencia de la OTAN, que pueden tener cierta autonomía pero solo si actúan según los intereses económicos y geopolíticos de los EEUU.
Si empezamos a mirar la situación en el continente americano, vemos la lucha encarnizada – expresada hasta ahora en las esferas económica, política y paramilitar – entre las fuerzas globalistas y las fuerzas estatistas. Rusia y China llevan varios años trabajado en expandir su influencia en América Latina y los EEUU siempre han tratado al continente como “su patio de atrás”. El desmembramiento de los EEUU ha dado lugar a Rusia y China para ampliar su influencia, especialmente a través de acuerdos con los regímenes “anti-imperialistas” del continente, es decir, Cuba y Venezuela. La nueva izquierda progresista latinoamericana también está participando en este proceso. Países como Ecuador o Bolivia han vivido grandes terremotos políticos debido a la intervención de los EEUU en los últimos años. Regímenes como el de Milei en Argentina o el pasado régimen de Bolsonaro en Brasil son impensables sin el apoyo material e ideológico de los EEUU. El aumento de la inseguridad en el continente es una consecuencia directa de las políticas imperialistas. El para-militarismo es una herramienta en manos del imperialismo que se usa contra el pueblo para tenerlo bajo control a través del miedo o para generar inestabilidad cuando sea necesario. Por eso nadie se extraña cuando se descubren los vínculos Estado – Fuerzas Paramilitares.
En África continúan los sanguinarios conflictos derivados de la re-configuración que vive el continente. Los Estados-Nacion no dejarán en paz el continente africano. “Orientales” y “Occidentales” usan el continente como terreno de guerra y extracción de materias primas. El imperialismo cultural yankee por un lado y las escuelas rusas para niños y niñas africanas por otro, son ejemplos de ello. En esta situación el pueblo africano intenta liberarse de unos y de otros. La juventud keniata ha liderado una de las rebeliones más importantes de los últimos años en el continente. Mientras, el pueblo del Sahel sigue luchando para echar a las fuerzas norteamericanas de su territorio. La situación seguirá probablemente evolucionando en la misma dirección y los reflejos populares se harán cada vez más fuertes.
Sin duda Oriente Medio es a día de hoy el centro de la Tercera Guerra Mundial. Los ataques de Israel contra Gaza van a cumplir un año. Al mismo tiempo, Turquía – principal impulsora de la situación actual – desarrolla una de las más grandes operaciones de los últimos años contra la guerrilla en el Sur del Kurdistán – Norte de Irak. Más de 10.000 soldados, más de 300 tanques han atravesado el pasado mes de Junio la frontera sur de Turquía para atacar las posiciones de la guerrilla. Desde 2021 toda la región es objetivo constante de cazas, drones, helicópteros e infantería turca – junto con mercenarios del Estado Islámico. Sin embargo, desde 2021 no han conseguido ninguna victoria militar significativa. La resistencia de la guerrilla kurda no lo ha permitido.
Un factor importante que debemos tener en cuenta es que la Tercera Guerra Mundial no es un conflicto global que se desarrolle con las herramientas habituales. Suele decirse que la Primera Guerra Mundial se basó en el desarrollo de los cazas de guerra y la segunda en el desarrollo de los tanques. La Tercera Guerra Mundial se basaría en todas las formas de guerra irregular, de inteligencia, psicológica, operaciones civiles y a nivel técnico en las cámaras termales y el desarrollo de la guerra en los campos de internet y “aero-espacio”. Últimamente la OTAN y los EEUU basan gran parte de sus recursos materiales e intelectuales en el desarrollo de estos campos. Se está desarrollando la “guerra cognitiva” (cognitive warfare en inglés) que toma todo el cuerpo y la mente de cada individuo como campo de guerra. No es casualidad tampoco que en este contexto se desarrolle tanto la Inteligencia Artificial. La IA es un instrumento que podría ser de gran utilidad social, pero el objetivo detrás de ella desde su propia concepción es el de servir a los intereses del capitalismo. Es un instrumento de control ideológico sin precedentes. No hace falta hablar de grandes engaños hechos en nombre de la IA, como las “tiendas sin pagar” de Amazon que en realidad escondían a más de mil trabajadores en la India controlando las cámaras de estas tiendas para hacer el trabajo que supuestamente hacía la IA. Hemos llegando al punto en que un ordenador nos dice qué pensar, qué hacer, qué decir, cómo escribir un texto y cómo hacer amigas. Si nos paramos a pensar, nos damos cuenta de que vivimos en una distopía. La influencia de este tipo de herramientas en todos los estratos de la sociedad – la IA es ya una moda – no puede ser analizada como una casualidad. La capacidad militar de la IA no tiene límites. Ya se está probando en Gaza – tras asesinar a un trabajador humanitario, las disculpas de las Fuerzas de “Defensa” de Israel se basaron en echarle la culpa a la IA por un error. Sea o no verdad, la IA ya sirve para evadir responsabilidades. Todos los sistemas de reconocimiento facial – cada vez más presentes en los espacios públicos de todo el mundo – serán desarrollados y expandidos gracias también a la IA.
Podríamos seguir analizando la situación mundial con esta perspectiva. Pero si queremos entender la situación en profundidad y encontrar una vía de escape a esta situación que podría parecer desesperante, debemos analizar la situación con una óptica más profunda. Esto quiere decir que normalmente cuando pensamos en la geopolítica, pensamos solo a la relación de los estados locales y las fuerzas internacionales en una región, pero pasamos por alto toda una parte de la situación: las sociedades que habitan los territorios en conflicto y su propia voluntad, cultura, historia y resistencia. Más allá de los Estados siempre han existido las sociedades, los pueblos, y su voluntad. Cuando Abdullah Öcalan habla sobre la Modernidad Democrática se refiere a esto. Este es uno de los factores fundamentales en el desarrollo histórico. Cualquier análisis – los que leemos en los mass media – pasa, intencionalmente, por alto esta parte. Cuando se habla de toda esta dimensión suele hacerse para poderla manipular, para usarla en favor de los propios intereses.
Abdullah Öcalan explica que todo Estado y todo régimen de opresión necesitan una sociedad a la que explotar en lo material e inmaterial, mientras la sociedad no necesita al Estado para existir. El valor económico, ideológico, moral, cultural etc. de los Estados se basa siempre en la asimilación del valor creado por la sociedad en todos los campos. Por eso cuando miramos a la situación geopolítica, si queremos entender por qué los EEUU no fueron capaces de convertirse en la única fuerza hegemónica mundial tras la caída de la URSS, debemos analizar el estado de la Modernidad Democrática. Las políticas imperialistas de los EEUU no fueron suficiente para someter y subyugar a las sociedades que han mantenido un fuerte vínculo con su cultura, historia y territorio. Por eso América Latina, África, Oriente Medio y otras regiones siguen siendo territorios de constante guerra y conflicto. La vía que propone Öcalan en sus escritos de defensa para salir del caos es precisamente la reconstrucción de estas fuerzas democráticas a nivel global. Es decir, que las fuerzas populares que no han sido absolutamente asimiladas por el estado, que han sido marginalizadas o que se han levantado contra el Estado se unan a nivel global y desarrollen su propia forma de organización.
El rol que la juventud juega en este proceso es fundamental. La Juventud en general, y sobretodo las mujeres jóvenes, son la chispa de toda revolución. No podemos mirar a la historia y encontrar una revolución sin la juventud. Somos un factor fundamental. Debemos ser conscientes de esta realidad, debemos tomar conciencia de nuestro rol histórico. Haciendo esto nos dotaremos de un plan que nos permita la unidad de acción y de objetivos. La Juventud no debe ser condenada a ser una esclava del sistema capitalista. En Kenia lo hemos visto claramente. Ha sido la juventud que ha encendido la llama de la revuelta. Los medios han rápidamente catalogado la rebelión en Kenia como una rebelión de la “Gen-Z”, catalogando así a la juventud en una determinada cultura. Esto busca cancelar nuestra capacidad creadora y darnos moldes. Con calificaciones como “Millenial”, “Gen-Z” y tantos otros nombres han intentado crear identidades, formas de vestir, de hablar, música y cultura, para generaciones enteras, desarrollando el liberalismo en forma concreta en dichas generaciones. Aceptar que nos encasillen de esta forma supone nuestra muerte, supone renunciar a nuestras características fundamentales como jóvenes. Pero si rechazamos las etiquetas y mentalidades impuestas del sistema, tomamos conciencia a nivel global como Juventud Internacionalista y nos organizamos, ¿hay alguien que pueda pararnos?
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